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miércoles, 13 de julio de 2011

EL AJEDREZ DE MIL COLORES

Panchito Pinceles era un niño artista. Un día  su abuelo lo llevó a pasar un fin de semana al palacio de un viejo amigo, famosísimo jugador de ajedrez. Allí descubrió un precioso  ajedrez totalmente tallado a mano; su tablero era una mesa de mármol . A Panchito le llamó muchísimo la atención; así que aquella noche salió sigilosamente de su habitación con su caja de pinturas, y se dirigió a la sala del ajedrez para aplicarse a la tarea de darle colorido a este hermoso juego, esperando con su arte sorprender al amigo y al abuelo.

Pero a la mañana siguiente, el amigo del abuelo al ver los miles de colores de las figuras se disgustó muchísimo: aquella misma tarde tenía una importante partida, y por muy bonitos que fueran todos aquellos colores, era imposible jugar al ajedrez porque no se podía diferenciar unas piezas de otras, y menos aún  ver las casillas del tablero.

Entonces, el abuelo explicó a Panchito que la belleza malograba las cosas si las desordenaba y les impedía su finalidad. El ajedrez -ahora de hermosos colores- ya no serviría para practicar el deporte ciencia. Panchito se quedó muy apenado, pero como era un artista y no se rendía fácilmente, pidió permiso para arreglar el ajedrez. Sabiendo lo artista e ingenioso que era, el amigo y el abuelo decidieron darle una oportunidad.  Panchito se encerró durante horas con sus pinturas, y cuando acabó, poco antes de la gran partida, llamó a ambos y les enseñó su trabajo.

¡Era un ajedrez aun más precioso! Ahora sí había dos bandos perfectamente reconocibles,de forma que todo el conjunto tenía una armonía y orden insuperables. Panchito había comprendido que hacía falta un mínimo de orden, ¡y supo hacerlo sin renunciar a los colores!
Los dos mayores se miraron con una sonrisa: estaba claro que Panchito Pinceles se convertiría en un gran artista.